Una deuda pendiente by Vicki Lewis Thompson

Una deuda pendiente by Vicki Lewis Thompson

autor:Vicki Lewis Thompson
La lengua: spa
Format: epub
editor: Harlequin, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
publicado: 2018-05-25T09:24:15+00:00


9

Dustin pensó que aquello marchaba de maravilla. Erica estaba desnuda y bebía champán. Pronto empezaría a tener orgasmos y después de eso seguramente no querría marcharse al cine con su cita.

Por su parte, él no deseaba estar en ningún otro sitio. Erica le inspiraba a decir y hacer cosas en las que nunca había pensado. «Comer sexo». No sabía de dónde había surgido aquella frase, pero estaba dispuesto a ver adónde lo llevaba el experimento.

Había colocado el carro al lado de la cama, así que solo tenía que tender la mano por encima de Erica para tomar lo que quisiera. Empezó despacio, tomando trozos de cangrejo entre los dientes y haciendo que ella trabajara para conseguir su mitad.

Mientras le acariciaba los pechos y los muslos, pero se mantenía alejado de la parte central, porque no quería excitarla tanto que se atragantara. Entre mordiscos, metía el dedo en su copa y ella lo lamía. Antes de que terminara la tarde, conocería la sensación de esa lengua en su pene, pero tenía que retrasar ese momento si quería prolongar el placer; y definitivamente quería.

A veces tenía que parar y respirar hondo varias veces; pero eso formaba aparte de la diversión… ponerse a prueba para ver hasta dónde podía llegar jugando antes de verse obligado a ponerse serio.

Después del cangrejo pasó a los trozos de pollo, y le ofreció trozos de pechuga mientras le acariciaba los pezones.

—Simbólico —murmuró ella.

—Mmm —le gustaba cómo conseguía ella besarlo al mismo tiempo que introducía el pollo en su boca. Pero cuando la mano de ella avanzó en dirección a su pene, la sujetó por la muñeca—. No.

—Pero tú sí me tocas a mí.

—No ahí.

Erica sonrió.

—No es lo mismo. Tu parte está más asequible.

—¿No quieres que esto dure toda la tarde?

Los ojos de ella se oscurecieron.

—¿Toda la tarde?

—Claro. Un poco de comida y un poco de sexo —le acarició un pezón—. Despacio para ver cuánto podemos aguantar la anticipación.

—¿Cuánto tiempo podemos controlar el orgasmo?

—Yo sí. Para ti no es tan importante —bajó la mano hacia sus rizos rubios y se detuvo cerca del clítoris —.¿Tienes prisa?

—En absoluto.

—Muy bien —no deslizó los dedos dentro para probarle que mentía. Pensó que era más divertido seguir el juego—. Ya que no estás muy excitada, tengo una idea que puede ayudar —retiró la mano y tomó una ciruela del plato de fruta—. ¿Te gustan?

—Sí. Pero si empezamos a comerla juntos, lo mancharás todo de jugo.

—Mejor —frotó los pechos de ella con la ciruela—. O quizá debemos dejarle la piel intacta.

—Entonces no podrás saborearla.

—Oh, no estés tan segura —la besó con gentileza mientras le acariciaba los pechos con la ciruela; luego, bajó poco a poco la fruta hasta el ombligo y el borde de los rizos.

Erica le agarró la cabeza y apartó un poco su boca de la de ella.

—¿Qué vas a hacer con eso?

—Jugar.

Pasó la ciruela por el punto más sensible de ella, la mojó en sus jugos y volvió a llevarla al punto.

La respiración de ella se hizo jadeante.

—Eso es… diferente.

—No hay ruido de motores —susurró él.



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